| 17 | 18
| 19 | 20 | 21
| 22 | 23 | 24
|
Capítulo 17
Ocasiones de caer
(Mt. 18.6-7, 21-22; Mr.
9.42)
17:1 Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible
es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen!
17:2 Mejor le fuera que se le atase al cuello
una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno
de estos pequeñitos.
17:3 Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano
pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale.
17:4 Y si siete veces al día pecare contra
ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento;
perdónale.
Auméntanos la fe
17:5 Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos
la fe.
17:6 Entonces el Señor dijo: Si tuvierais
fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro:
Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería.
El deber del siervo
17:7 ¿Quién de vosotros, teniendo
un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego
le dice: Pasa, siéntate a la mesa?
17:8 ¿No le dice más bien: Prepárame
la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y
bebido; y después de esto, come y bebe tú?
17:9 ¿Acaso da gracias al siervo porque
hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.
17:10 Así también vosotros, cuando
hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles
somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.
Diez leprosos son limpiados
17:11 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y
Galilea.
17:12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres
leprosos, los cuales se pararon de lejos
17:13 y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten
misericordia de nosotros!
17:14 Cuando él los vio, les dijo: Id,
mostraos a los sacerdotes.
Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
17:15 Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió,
glorificando a Dios a gran voz,
17:16 y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole
gracias; y éste era samaritano.
17:17 Respondiendo Jesús, dijo: ¿No
son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?
17:18 ¿No hubo quien volviese y diese
gloria a Dios sino este extranjero?
17:19 Y le dijo:
Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
La venida del Reino
(Mt. 24.23-28, 36-41)
17:20 Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir
el reino de Dios, les respondió y dijo: El
reino de Dios no vendrá con advertencia,
17:21 ni dirán: Helo aquí, o helo
allí;
porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros.
17:22 Y dijo a sus discípulos: Tiempo
vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo
del Hombre, y no lo veréis.
17:23 Y os dirán: Helo aquí, o
helo allí. No vayáis, ni los sigáis.
17:24 Porque como el relámpago que al
fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así
también será el Hijo del Hombre en su día.
17:25 Pero primero es necesario que padezca mucho,
y sea desechado por esta generación.
17:26 Como fue en los días de Noé,
así también será en los días del Hijo del Hombre.
17:27 Comían, bebían, se casaban
y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé
en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.
17:28 Asimismo como sucedió en los días
de Lot;
comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;
17:29 mas el día en que Lot salió
de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó
a todos.
17:30 Así será el día en
que el Hijo del Hombre se manifieste.
17:31 En aquel día, el que esté
en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en
el campo, asimismo no vuelva atrás.
17:32 Acordaos de la mujer de Lot.
17:33 Todo el que procure salvar su vida, la
perderá; y todo el que la pierda, la salvará.
17:34 Os digo que en aquella noche estarán
dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado.
17:35 Dos mujeres estarán moliendo juntas;
la una será tomada, y la otra dejada.
17:36 Dos estarán en el campo; el uno
será tomado, y el otro dejado.
17:37 Y respondiendo, le dijeron: ¿Dónde, Señor?
El les dijo: Donde estuviere el cuerpo, allí
se juntarán también las águilas.
Capítulo 18
Parábola de la viuda y el juez injusto
18:1 También les refirió Jesús una parábola
sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,
18:2 diciendo: Había en una ciudad un
juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
18:3 Había también en aquella ciudad
una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de
mi adversario.
18:4 Y él no quiso por algún tiempo;
pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a
Dios, ni tengo respeto a hombre,
18:5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta,
le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.
18:6 Y dijo el Señor: Oíd lo que
dijo el juez injusto.
18:7 ¿Y acaso Dios no hará justicia
a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se
tardará en responderles?
18:8 Os digo que pronto les hará justicia.
Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?
Parábola del fariseo y el publicano
18:9 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban
a los otros, dijo también esta parábola:
18:10 Dos hombres subieron al templo a orar:
uno era fariseo, y el otro publicano.
18:11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo
mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros
hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
18:12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos
de todo lo que gano.
18:13 Mas el publicano, estando lejos, no quería
ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo:
Dios, sé propicio a mí, pecador.
18:14 Os digo que éste descendió
a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece,
será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Jesús bendice a los niños
(Mt. 19.13-15; Mr.
10.13-16)
18:15 Traían a él los niños para que los tocase;
lo cual viendo los discípulos, les reprendieron.
18:16 Mas Jesús, llamándolos, dijo: Dejad
a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque
de los tales es el reino de Dios.
18:17 De cierto os digo, que el que no recibe
el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
El joven rico
(Mt. 19.16-30; Mr.
10.17-31)
18:18 Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno,
¿qué haré para heredar la vida eterna?
18:19 Jesús le dijo: ¿Por qué
me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.
18:20 Los mandamientos sabes: No adulterarás;
no matarás;
no hurtarás;
no dirás falso testimonio;
honra a tu padre y a tu madre.
18:21 El dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
18:22 Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún
te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás
tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
18:23 Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era
muy rico.
18:24 Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo:
¡Cuán
difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen
riquezas!
18:25 Porque es más fácil pasar
un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
18:26 Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá
ser salvo?
18:27 El les dijo: Lo que es imposible para los
hombres, es posible para Dios.
18:28 Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras
posesiones y te hemos seguido.
18:29 Y él les dijo: De cierto os digo,
que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o
hijos, por el reino de Dios,
18:30 que no haya de recibir mucho más
en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.
Nuevamente Jesús anuncia su muerte
(Mt. 20.17-19; Mr.
10.32-34)
18:31 Tomando Jesús a los doce, les dijo: He
aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las
cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre.
18:32 Pues será entregado a los gentiles,
y será escarnecido, y afrentado, y escupido.
18:33 Y después que le hayan azotado,
le matarán; mas al tercer día resucitará.
18:34 Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra
les era encubierta, y no entendían lo que se les decía.
Un ciego de Jericó recibe la vista
(Mt. 20.29-34; Mr.
10.46-52)
18:35 Aconteció que acercándose Jesús a Jericó,
un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
18:36 y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué
era aquello.
18:37 Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno.
18:38 Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David,
ten misericordia de mí!
18:39 Y los que iban delante le reprendían para que callase;
pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia
de mí!
18:40 Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle
a su presencia; y cuando llegó, le preguntó,
18:41 diciendo: ¿Qué quieres que
te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista.
18:42 Jesús le dijo: Recíbela,
tu fe te ha salvado.
18:43 Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo
el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.
Capítulo 19
Jesús y Zaqueo
19:1 Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la
ciudad.
19:2 Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe
de los publicanos, y rico,
19:3 procuraba ver quién era Jesús; pero no podía
a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura.
19:4 Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro
para verle; porque había de pasar por allí.
19:5 Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia
arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende,
porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.
19:6 Entonces él descendió aprisa, y le recibió
gozoso.
19:7 Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado
a posar con un hombre pecador.
19:8 Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí,
Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he
defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
19:9 Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación
a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.
19:10 Porque el Hijo del Hombre vino a buscar
y a salvar lo que se había perdido.
Parábola de las diez minas
19:11 Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo
una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos
pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.
19:12 Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un
país lejano, para recibir un reino y volver.
19:13 Y llamando a diez siervos suyos, les dio
diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.
19:14 Pero sus conciudadanos le aborrecían,
y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste
reine sobre nosotros.
19:15 Aconteció que vuelto él,
después de recibir el reino, mandó llamar ante él
a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber
lo que había negociado cada uno.
19:16 Vino el primero, diciendo: Señor,
tu mina ha ganado diez minas.
19:17 El le dijo: Está bien, buen siervo;
por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez
ciudades.
19:18 Vino otro, diciendo: Señor, tu mina
ha producido cinco minas.
19:19 Y también a éste dijo: Tú
también sé sobre cinco ciudades.
19:20 Vino otro, diciendo: Señor, aquí
está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;
19:21 porque tuve miedo de ti, por cuanto eres
hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.
19:22 Entonces él le dijo: Mal siervo,
por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que
tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré;
19:23 ¿por qué, pues, no pusiste
mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los
intereses?
19:24 Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle
la mina, y dadla al que tiene las diez minas.
19:25 Ellos le dijeron: Señor, tiene diez
minas.
19:26 Pues yo os digo que a todo el que tiene,
se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
19:27 Y también a aquellos mis enemigos
que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá,
y decapitadlos delante de mí.
La entrada triunfal en Jerusalén
(Mt. 21.1-11; Mr.
11.1-11; Jn. 12.12-19)
19:28 Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.
19:29 Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de
Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos,
19:30 diciendo: Id a la aldea de enfrente, y
al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún
hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo.
19:31 Y si alguien os preguntare: ¿Por
qué lo desatáis? le responderéis así: Porque
el Señor lo necesita.
19:32 Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les
dijo.
19:33 Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron:
¿Por qué desatáis el pollino?
19:34 Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.
19:35 Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre
el pollino, subieron a Jesús encima.
19:36 Y a su paso tendían sus mantos por el camino.
19:37 Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos,
toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó
a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían
visto,
19:38 diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor;
paz en el cielo, y gloria en las alturas!
19:39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron:
Maestro, reprende a tus discípulos.
19:40 El, respondiendo, les dijo: Os digo que
si éstos callaran, las piedras clamarían.
19:41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró
sobre ella,
19:42 diciendo: ¡Oh, si también
tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para
tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.
19:43 Porque vendrán días sobre
ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán,
y por todas partes te estrecharán,
19:44 y te derribarán a tierra, y a tus
hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por
cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
Purificación del templo
(Mt. 21.12-17; Mr.
11.15-19; Jn. 2.13-22)
19:45 Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos
los que vendían y compraban en él,
19:46 diciéndoles: Escrito está:
Mi casa es casa de oración;
mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
19:47 Y enseñaba cada día en el templo;
pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo
procuraban matarle.
19:48 Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo
estaba suspenso oyéndole.
Capítulo 20
La autoridad de Jesús
(Mt. 21.23-27; Mr.
11.27-33)
20:1 Sucedió un día, que enseñando Jesús al
pueblo en el templo, y anunciando el evangelio, llegaron los principales
sacerdotes y los escribas, con los ancianos,
20:2 y le hablaron diciendo: Dinos: ¿con qué autoridad
haces estas cosas? ¿o quién es el que te ha dado esta autoridad?
20:3 Respondiendo Jesús, les dijo: Os
haré yo también una pregunta; respondedme:
20:4 El bautismo de Juan, ¿era del cielo,
o de los hombres?
20:5 Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si
decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
20:6 Y si decimos, de los hombres, todo el pueblo nos apedreará;
porque están persuadidos de que Juan era profeta.
20:7 Y respondieron que no sabían de dónde fuese.
20:8 Entonces Jesús les dijo: Yo tampoco
os diré con qué autoridad hago estas cosas.
Los labradores malvados
(Mt. 21.33-44; Mr.
12.1-11)
20:9 Comenzó luego a decir al pueblo esta parábola: Un
hombre plantó una viña,
la arrendó a labradores, y se ausentó por mucho tiempo.
20:10 Y a su tiempo envió un siervo a
los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los
labradores le golpearon, y le enviaron con las manos vacías.
20:11 Volvió a enviar otro siervo; mas
ellos a éste también, golpeado y afrentado, le enviaron con
las manos vacías.
20:12 Volvió a enviar un tercer siervo;
mas ellos también a éste echaron fuera, herido.
20:13 Entonces el señor de la viña
dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizás
cuando le vean a él, le tendrán respeto.
20:14 Mas los labradores, al verle, discutían
entre sí, diciendo: Este es el heredero; venid, matémosle,
para que la heredad sea nuestra.
20:15 Y le echaron fuera de la viña, y
le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de
la viña?
20:16 Vendrá y destruirá a estos
labradores, y dará su viña a otros.Cuando ellos oyeron
esto, dijeron: ¡Dios nos libre!
20:17 Pero él, mirándolos, dijo: ¿Qué,
pues, es lo que está escrito:
La piedra que desecharon los edificadores
Ha venido a ser cabeza del ángulo?
20:18 Todo el que cayere sobre aquella piedra,
será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará.
La cuestión del tributo
(Mt. 21.45-46; 22.15-22;
Mr.
12.12-17)
20:19 Procuraban los principales sacerdotes y los escribas echarle mano
en aquella hora, porque comprendieron que contra ellos había dicho
esta parábola; pero temieron al pueblo.
20:20 Y acechándole enviaron espías que se simulasen
justos, a fin de sorprenderle en alguna palabra, para entregarle al poder
y autoridad del gobernador.
20:21 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas
rectamente, y que no haces acepción de persona, sino que enseñas
el camino de Dios con verdad.
20:22 ¿Nos es lícito dar tributo a César, o no?
20:23 Mas él, comprendiendo la astucia de ellos, les dijo: ¿Por
qué me tentáis?
20:24 Mostradme la moneda. ¿De quién
tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo dijeron:
De César.
20:25 Entonces les dijo: Pues dad a César
lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
20:26 Y no pudieron sorprenderle en palabra alguna delante del pueblo,
sino que maravillados de su respuesta, callaron.
La pregunta sobre la resurrección
(Mt. 22.23-33; Mr.
12.18-27)
20:27 Llegando entonces algunos de los saduceos, los cuales niegan haber
resurrección,
le preguntaron,
20:28 diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano
de alguno muriere teniendo mujer, y no dejare hijos, que su hermano se
case con ella, y levante descendencia a su hermano.
20:29 Hubo, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa,
y murió sin hijos.
20:30 Y la tomó el segundo, el cual también murió
sin hijos.
20:31 La tomó el tercero, y así todos los siete, y murieron
sin dejar descendencia.
20:32 Finalmente murió también la mujer.
20:33 En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos
será mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?
20:34 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los
hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento;
20:35 mas los que fueren tenidos por dignos de
alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni
se casan, ni se dan en casamiento.
20:36 Porque no pueden ya más morir, pues
son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de
la resurrección.
20:37 Pero en cuanto a que los muertos han de
resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la
zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios
de Jacob.
20:38 Porque Dios no es Dios de muertos, sino
de vivos, pues para él todos viven.
20:39 Respondiéndole algunos de los escribas, dijeron: Maestro,
bien has dicho.
20:40 Y no osaron preguntarle nada más.
¿De quién es hijo el Cristo?
(Mt. 22.41-46; Mr.
12.35-37)
20:41 Entonces él les dijo: ¿Cómo
dicen que el Cristo es hijo de David?
20:42 Pues el mismo David dice en el libro de
los Salmos:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
20:43 Hasta que ponga a tus enemigos por estrado
de tus pies.
20:44 David, pues, le llama Señor; ¿cómo
entonces es su hijo?
Jesús acusa a los escribas
(Mt. 23.1-36; Mr.
12.38-40; Lc. 11.37-54)
20:45 Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos:
20:46 Guardaos de los escribas, que gustan de
andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras
sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;
20:47 que devoran las casas de las viudas, y
por pretexto hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor
condenación.
Capítulo 21
La ofrenda de la viuda
(Mr. 12.41-44)
21:1 Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el
arca de las ofrendas.
21:2 Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí
dos blancas.
21:3 Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda
pobre echó más que todos.
21:4 Porque todos aquéllos echaron para
las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza
echó todo el sustento que tenía.
Jesús predice la destrucción del templo
(Mt. 24.1-2; Mr.
13.1-2)
21:5 Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas
piedras y ofrendas votivas, dijo:
21:6 En cuanto a estas cosas que veis, días
vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea
destruida.
Señales antes del fin
(Mt. 24.3-28; Mr.
13.3-23)
21:7 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será
esto? ¿y qué señal habrá cuando estas cosas
estén para suceder?
21:8 El entonces dijo: Mirad que no seáis
engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo:
Yo soy el Cristo, y: El tiempo está cerca. Mas no vayáis
en pos de ellos.
21:9 Y cuando oigáis de guerras y de sediciones,
no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero;
pero el fin no será inmediatamente.
21:10 Entonces les dijo: Se levantará
nación contra nación, y reino contra reino;
21:11 y habrá grandes terremotos, y en
diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes
señales del cielo.
21:12 Pero antes de todas estas cosas os echarán
mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y
a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores
por causa de mi nombre.
21:13 Y esto os será ocasión para
dar testimonio.
21:14 Proponed en vuestros corazones no pensar
antes cómo habéis de responder en vuestra defensa;
21:15 porque yo os daré palabra y sabiduría,
la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan.
21:16 Mas seréis entregados aun por vuestros
padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de
vosotros;
21:17 y seréis aborrecidos de todos por
causa de mi nombre.
21:18 Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.
21:19 Con vuestra paciencia ganaréis vuestras
almas.
21:20 Pero cuando viereis a Jerusalén
rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha
llegado.
21:21 Entonces los que estén en Judea,
huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que
estén en los campos, no entren en ella.
21:22 Porque estos son días de retribución,
para que se cumplan todas las cosas que están escritas.
21:23 Mas ¡ay de las que estén encintas,
y de las que críen en aquellos días! porque habrá
gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo.
21:24 Y caerán a filo de espada, y serán
llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será
hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.
La venida del Hijo del Hombre
(Mt. 24.29-35, 42-44;
Mr.
13.24-37)
21:25 Entonces habrá señales en
el sol, en la luna y en las estrellas,
y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido
del mar y de las olas;
21:26 desfalleciendo los hombres por el temor
y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra;
porque las potencias de los cielos serán conmovidas.
21:27 Entonces verán al Hijo del Hombre,
que vendrá en una nube
con poder y gran gloria.
21:28 Cuando estas cosas comiencen a suceder,
erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención
está cerca.
21:29 También les dijo una parábola: Mirad
la higuera y todos los árboles.
21:30 Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis
por vosotros mismos que el verano está ya cerca.
21:31 Así también vosotros, cuando
veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino
de Dios.
21:32 De cierto os digo, que no pasará
esta generación hasta que todo esto acontezca.
21:33 El cielo y la tierra pasarán, pero
mis palabras no pasarán.
21:34 Mirad también por vosotros mismos,
que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez
y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.
21:35 Porque como un lazo vendrá sobre
todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
21:36 Velad, pues, en todo tiempo orando que
seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán,
y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
21:37 Y enseñaba de día en el templo;
y de noche, saliendo, se estaba en el monte que se llama de los Olivos.
21:38 Y todo el pueblo venía a él por la mañana,
para oírle en el templo.
Capítulo 22
El complot para matar a Jesús
(Mt. 26.1-5, 14-16; Mr.
14.1-2, 10-11; Jn. 11.45-53)
22:1 Estaba cerca la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la
pascua.
22:2 Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo
matarle; porque temían al pueblo.
22:3 Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote,
el cual era uno del número de los doce;
22:4 y éste fue y habló con los principales sacerdotes,
y con los jefes de la guardia, de cómo se lo entregaría.
22:5 Ellos se alegraron, y convinieron en darle dinero.
22:6 Y él se comprometió, y buscaba una oportunidad para
entregárselo a espaldas del pueblo.
Institución de la Cena del Señor
(Mt. 26.17-29; Mr.
14.12-25; Jn. 13.21-30; 1
Co. 11.23-26)
22:7 Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual
era necesario sacrificar el cordero de la pascua.
22:8 Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id,
preparadnos la pascua para que la comamos.
22:9 Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?
22:10 El les dijo: He aquí, al entrar
en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro
de agua; seguidle hasta la casa donde entrare,
22:11 y decid al padre de familia de esa casa:
El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde
he de comer la pascua con mis discípulos?
22:12 Entonces él os mostrará un
gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí.
22:13 Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon
la pascua.
22:14 Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él
los apóstoles.
22:15 Y les dijo: ¡Cuánto he deseado
comer con vosotros esta pascua antes que padezca!
22:16 Porque os digo que no la comeré
más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.
22:17 Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad
esto, y repartidlo entre vosotros;
22:18 porque os digo que no beberé más
del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.
22:19 Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les
dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros
es dado; haced esto en memoria de mí.
22:20 De igual manera, después que hubo cenado, tomó
la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto
en mi sangre,
que por vosotros se derrama.
22:21 Mas he aquí, la mano del que me
entrega está conmigo en la mesa.
22:22 A la verdad el Hijo del Hombre va, según
lo que está determinado;
pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!
22:23 Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí, quién
de ellos sería el que había de hacer esto.
La grandeza en el servicio
22:24 Hubo también entre ellos una disputa sobre quién
de ellos sería el mayor.
22:25 Pero él les dijo: Los reyes de las
naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad
son llamados bienhechores;
22:26 mas no así vosotros,
sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige,
como el que sirve.
22:27 Porque, ¿cuál es mayor, el
que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta
a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve.
22:28 Pero vosotros sois los que habéis
permanecido conmigo en mis pruebas.
22:29 Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre
me lo asignó a mí,
22:30 para que comáis y bebáis
a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce
tribus de Israel.
Jesús anuncia la negación de Pedro
(Mt. 26.31-35; Mr.
14.27-31; Jn. 13.36-38)
22:31 Dijo también el Señor: Simón,
Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos
como a trigo;
22:32 pero yo he rogado por ti, que tu fe no
falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.
22:33 El le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo
a la cárcel, sino también a la muerte.
22:34 Y él le dijo: Pedro, te digo que
el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que
me conoces.
Bolsa, alforja y espada
22:35 Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado,
¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada.
22:36 Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa,
tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda
su capa y compre una.
22:37 Porque os digo que es necesario que se
cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue
contado con los inicuos; porque lo que está escrito de mí,
tiene cumplimiento.
22:38 Entonces ellos dijeron: Señor, aquí hay dos espadas.
Y él les dijo: Basta.
Jesús ora en Getsemaní
(Mt. 26.36-46; Mr.
14.32-42)
22:39 Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos;
y sus discípulos también le siguieron.
22:40 Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad
que no entréis en tentación.
22:41 Y él se apartó de ellos a distancia como de un
tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,
22:42 diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí
esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
22:43 Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
22:44 Y estando en agonía, oraba más intensamente; y
era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
22:45 Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos,
los halló durmiendo a causa de la tristeza;
22:46 y les dijo: ¿Por qué dormís?
Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.
Arresto de Jesús
(Mt. 26.47-56; Mr.
14.43-50; Jn. 18.2-11)
22:47 Mientras él aún hablaba, se presentó una
turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al frente de ellos;
y se acercó hasta Jesús para besarle.
22:48 Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con
un beso entregas al Hijo del Hombre?
22:49 Viendo los que estaban con él lo que había de acontecer,
le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?
22:50 Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y
le cortó la oreja derecha.
22:51 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Basta
ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó.
22:52 Y Jesús dijo a los principales sacerdotes, a los jefes
de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido contra
él: ¿Como contra un ladrón habéis
salido con espadas y palos?
22:53 Habiendo estado con vosotros cada día
en el templo,
no extendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra hora, y
la potestad de la tinieblas.
Pedro niega a Jesús
(Mt. 26.57-58, 69-75;
Mr.
14.53-54, 66-72; Jn. 18.12-18, 25-27)
22:54 Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del
sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
22:55 Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron
alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos.
22:56 Pero una criada, al verle sentado al fuego, se fijó en
él, y dijo: También éste estaba con él.
22:57 Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco.
22:58 Un poco después, viéndole otro, dijo: Tú
también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy.
22:59 Como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente
también éste estaba con él, porque es galileo.
22:60 Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida,
mientras él todavía hablaba, el gallo cantó.
22:61 Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro
se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho:
Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
22:62 Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.
Jesús escarnecido y azotado
(Mt. 26.67-68; Mr.
14.65)
22:63 Y los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él
y le golpeaban;
22:64 y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro, y le preguntaban,
diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?
22:65 Y decían otras muchas cosas injuriándole.
Jesús ante el concilio
(Mt. 26.59-66; Mr.
14.55-64; Jn. 18.19-24)
22:66 Cuando era de día, se juntaron los ancianos del pueblo,
los principales sacerdotes y los escribas, y le trajeron al concilio, diciendo:
22:67 ¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo:
Si
os lo dijere, no creeréis;
22:68 y también si os preguntare, no me
responderéis, ni me soltaréis.
22:69 Pero desde ahora el Hijo del Hombre se
sentará a la diestra del poder de Dios.
22:70 Dijeron todos: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios?
Y él les dijo: Vosotros decís que lo
soy.
22:71 Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio
necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
Capítulo 23
Jesús ante Pilato
(Mt. 27.1-2, 11-14; Mr.
15.1-5; Jn. 18.28-38)
23:1 Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos, llevaron
a Jesús a Pilato.
23:2 Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado
que pervierte a la nación, y que prohibe dar tributo a César,
diciendo que él mismo es el Cristo, un rey.
23:3 Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú
el Rey de los judíos? Y respondiéndole él, dijo: Tú
lo dices.
23:4 Y Pilato dijo a los principales sacerdotes, y a la gente: Ningún
delito hallo en este hombre.
23:5 Pero ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando
por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.
Jesús ante Herodes
23:6 Entonces Pilato, oyendo decir, Galilea, preguntó si el hombre
era galileo.
23:7 Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió
a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén.
23:8 Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque
hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído
muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal.
23:9 Y le hacía muchas preguntas, pero él nada le respondió.
23:10 Y estaban los principales sacerdotes y los escribas acusándole
con gran vehemencia.
23:11 Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció,
vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle
a Pilato.
23:12 Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día; porque
antes estaban enemistados entre sí.
Jesús sentenciado a muerte
(Mt. 27.15-26; Mr.
15.6-15; Jn. 18.38--19. 16)
23:13 Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los
gobernantes, y al pueblo,
23:14 les dijo: Me habéis presentado a éste como un hombre
que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de
vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que
le acusáis.
23:15 Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí,
nada digno de muerte ha hecho este hombre.
23:16 Le soltaré, pues, después de castigarle.
23:17 Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta.
23:18 Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: ¡Fuera
con éste, y suéltanos a Barrabás!
23:19 Este había sido echado en la cárcel por sedición
en la ciudad, y por un homicidio.
23:20 Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús;
23:21 pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale,
crucifícale!
23:22 El les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho
éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él;
le castigaré, pues, y le soltaré.
23:23 Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado.
Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron.
23:24 Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos
pedían;
23:25 y les soltó a aquel que había sido echado en la
cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido;
y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
Crucifixión y muerte de Jesús
(Mt. 27.32-56; Mr.
15.21-41; Jn. 19.17-30)
23:26 Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene,
que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase
tras Jesús.
23:27 Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que
lloraban y hacían lamentación por él.
23:28 Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas
de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras
mismas y por vuestros hijos.
23:29 Porque he aquí vendrán días
en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres
que no concibieron, y los pechos que no criaron.
23:30 Entonces comenzarán a decir a los
montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.
23:31 Porque si en el árbol verde hacen
estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?
23:32 Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores,
para ser muertos.
23:33 Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron
allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
23:34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen. Y repartieron
entre sí sus vestidos, echando suertes.
23:35 Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban
de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí
mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
23:36 Los soldados también le escarnecían, acercándose
y presentándole vinagre,
23:37 y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate
a ti mismo.
23:38 Había también sobre él un título
escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
23:39 Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo:
Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
23:40 Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni
aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
23:41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos
lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.
23:42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas
en tu reino.
23:43 Entonces Jesús le dijo: De cierto
te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
23:44 Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra
hasta la hora novena.
23:45 Y el sol se oscureció, y el velo
del templo se rasgó por la mitad.
23:46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu.
Y habiendo dicho esto, expiró.
23:47 Cuando el centurión vio lo que había acontecido,
dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
23:48 Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo,
viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose
el pecho.
23:49 Pero todos sus conocidos, y las mujeres
que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas
cosas.
Jesús es sepultado
(Mt. 27.57-61; Mr.
15.42-47; Jn. 19.38-42)
23:50 Había un varón llamado José, de Arimatea,
ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y
justo.
23:51 Este, que también esperaba el reino de Dios, y no había
consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos,
23:52 fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
23:53 Y quitándolo, lo envolvió en una sábana,
y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún
no se había puesto a nadie.
23:54 Era día de la preparación, y estaba para comenzar
el día de reposo.
23:55 Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea,
siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto
su cuerpo.
23:56 Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos;
y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento.
Capítulo 24
La resurrección
(Mt. 28.1-10; Mr.
16.1-8; Jn. 20.1-10)
24:1 El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron
al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían
preparado, y algunas otras mujeres con ellas.
24:2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro;
24:3 y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
24:4 Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí
se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes;
24:5 y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron:
¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
24:6 No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de
lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea,
24:7 diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en
manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer
día.
24:8 Entonces ellas se acordaron de sus palabras,
24:9 y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a
los once, y a todos los demás.
24:10 Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de
Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los
apóstoles.
24:11 Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas,
y no las creían.
24:12 Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y
cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se fue a casa maravillándose
de lo que había sucedido.
En el camino a Emaús
(Mr. 16.12-13)
24:13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una
aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios
de Jerusalén.
24:14 E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían
acontecido.
24:15 Sucedió que mientras hablaban y discutían entre
sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos.
24:16 Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.
24:17 Y les dijo: ¿Qué pláticas
son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y
por qué estáis tristes?
24:18 Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres
tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido
las cosas que en ella han acontecido en estos días?
24:19 Entonces él les dijo: ¿Qué
cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón
profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;
24:20 y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros
gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.
24:21 Pero nosotros esperábamos que él era el que había
de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el
tercer día que esto ha acontecido.
24:22 Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre
nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro;
24:23 y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también
habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que
él vive.
24:24 Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así
como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.
24:25 Entonces él les dijo: ¡Oh
insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas
han dicho!
24:26 ¿No era necesario que el Cristo
padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
24:27 Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas,
les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.
24:28 Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba
más lejos.
24:29 Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con
nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró,
pues, a quedarse con ellos.
24:30 Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó
el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio.
24:31 Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas
él se desapareció de su vista.
24:32 Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro
corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando
nos abría las Escrituras?
24:33 Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén,
y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos,
24:34 que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente,
y ha aparecido a Simón.
24:35 Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido
en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.
Jesús se aparece a los discípulos
(Mt. 28.16-20; Mr.
16.14-18; Jn. 20.19-23)
24:36 Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús
se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros.
24:37 Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían
espíritu.
24:38 Pero él les dijo: ¿Por qué
estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?
24:39 Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo
soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos,
como veis que yo tengo.
24:40 Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.
24:41 Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y
estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis
aquí algo de comer?
24:42 Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel.
24:43 Y él lo tomó, y comió delante de ellos.
24:44 Y les dijo: Estas son las palabras que
os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que
se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de
Moisés, en los profetas y en los salmos.
24:45 Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen
las Escrituras;
24:46 y les dijo: Así está escrito,
y así fue necesario que el Cristo padeciese,
y resucitase de los muertos al tercer día;
24:47 y que se predicase en su nombre el arrepentimiento
y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
24:48 Y vosotros sois testigos de estas cosas.
24:49 He aquí, yo enviaré la promesa
de mi Padre
sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén,
hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
La ascensión
(Mr. 16.19-20)
24:50 Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los
bendijo.
24:51 Y aconteció que bendiciéndolos, se separó
de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
24:52 Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén
con gran gozo;
24:53 y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios.
Amén.
|