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Capítulo 99:1 También les dijo: De
cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que
no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido
con poder.
La transfiguración
(Mt. 17. 1-13; Lc.
9. 28-36)
9:2 Seis días después, Jesús tomó a Pedro,
a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se
transfiguró delante de ellos.
9:3 Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como
la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer
tan blancos.
9:4 Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban
con Jesús.
9:5 Entonces Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros
que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, otra para
Moisés, y otra para Elías.
9:6 Porque no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados.
9:7 Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una
voz que decía: Este es mi Hijo amado;
a él oíd.
9:8 Y luego, cuando miraron, no vieron más a nadie consigo,
sino a Jesús solo.
9:9 Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen
lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado
de los muertos.
9:10 Y guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué
sería aquello de resucitar de los muertos.
9:11 Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas
que es necesario que Elías venga primero?
9:12 Respondiendo él, les dijo: Elías
a la verdad vendrá primero, y restaurará todas las cosas;
¿y cómo está escrito del Hijo del Hombre, que padezca
mucho y sea tenido en nada?
9:13 Pero os digo que Elías ya vino, y
le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él.
Jesús sana a un muchacho endemoniado
(Mt. 17. 14-21; Lc.
9. 37-43)
9:14 Cuando llegó a donde estaban los discípulos, vio
una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que disputaban con ellos.
9:15 Y en seguida toda la gente, viéndole, se asombró,
y corriendo a él, le saludaron.
9:16 El les preguntó: ¿Qué
disputáis con ellos?
9:17 Y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi
hijo, que tiene un espíritu mudo,
9:18 el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos,
y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que
lo echasen fuera, y no pudieron.
9:19 Y respondiendo él, les dijo: ¡Oh
generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar
con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo.
9:20 Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a Jesús,
sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba,
echando espumarajos.
9:21 Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto
tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño.
9:22 Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle;
pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos.
9:23 Jesús le dijo: Si puedes creer, al
que cree todo le es posible.
9:24 E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo;
ayuda mi incredulidad.
9:25 Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió
al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu
mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en
él.
9:26 Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con
violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo
que muchos decían: Está muerto.
9:27 Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó;
y se levantó.
9:28 Cuando él entró en casa, sus discípulos le
preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle
fuera?
9:29 Y les dijo: Este género con nada
puede salir, sino con oración y ayuno.
Jesús anuncia otra vez su muerte
(Mt. 17. 22-23; Lc.
9. 43-45)
9:30 Habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería
que nadie lo supiese.
9:31 Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía:
El
Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán;
pero después de muerto, resucitará al tercer día.
9:32 Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo
de preguntarle.
¿Quién es el mayor?
(Mt. 18. 1-5; Lc.
9. 46-48)
9:33 Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó:
¿Qué
disputabais entre vosotros en el camino?
9:34 Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado
entre sí, quién había de ser el mayor.
9:35 Entonces él se sentó y llamó a los doce,
y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será
el postrero de todos, y el servidor de todos.
9:36 Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y
tomándole en sus brazos, les dijo:
9:37 El que reciba en mi nombre a un niño
como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me
recibe a mí sino al que me envió.
El que no es contra nosotros, por nosotros es
(Lc. 9. 49-50)
9:38 Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que
en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo
prohibimos, porque no nos seguía.
9:39 Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis;
porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir
mal de mí.
9:40 Porque el que no es contra nosotros, por
nosotros es.
9:41 Y cualquiera que os diere un vaso de agua
en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá
su recompensa.
Ocasiones de caer
(Mt. 18. 6-9; Lc.
17. 1-2)
9:42 Cualquiera que haga tropezar a uno de estos
pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase
una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar.
9:43 Si tu mano te fuere ocasión de caer,
córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos
ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado,
9:44 donde el gusano de ellos no muere, y el
fuego nunca se apaga.
9:45 Y si tu pie te fuere ocasión de caer,
córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies
ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado,
9:46 donde el gusano de ellos no muere, y el
fuego nunca se apaga.
9:47 Y si tu ojo te fuere ocasión de caer,
sácalo;
mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos
ser echado al infierno,
9:48 donde el gusano de ellos no muere, y el
fuego nunca se apaga.
9:49 Porque todos serán salados con fuego,
y todo sacrificio será salado con sal.
9:50 Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida,
¿con qué la sazonaréis?
Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.
Capítulo 10
Jesús enseña sobre el divorcio
(Mt. 19. 1-12; Lc.
16. 18)
10:1 Levantándose de allí, vino a la región de Judea
y al otro lado del Jordán; y volvió el pueblo a juntarse
a él, y de nuevo les enseñaba como solía.
10:2 Y se acercaron los fariseos y le preguntaron, para tentarle, si
era lícito al marido repudiar a su mujer.
10:3 El, respondiendo, les dijo: ¿Qué
os mandó Moisés?
10:4 Ellos dijeron: Moisés permitió dar carta de divorcio,
y repudiarla.
10:5 Y respondiendo Jesús, les dijo: Por
la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento;
10:6 pero al principio de la creación,
varón y hembra los hizo Dios.
10:7 Por esto dejará el hombre a su padre
y a su madre, y se unirá a su mujer,
10:8 y los dos serán una sola carne; así
que no son ya más dos, sino uno.
10:9 Por tanto, lo que Dios juntó, no
lo separe el hombre.
10:10 En casa volvieron los discípulos a preguntarle de lo mismo,
10:11 y les dijo: Cualquiera que repudia a su
mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella;
10:12 y si la mujer repudia a su marido y se
casa con otro, comete adulterio.
Jesús bendice a los niños
(Mt. 19. 13-15; Lc.
18. 15-17)
10:13 Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos
reprendían a los que los presentaban.
10:14 Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo:
Dejad
a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque
de los tales es el reino de Dios.
10:15 De cierto os digo, que el que no reciba
el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
10:16 Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos,
los bendecía.
El joven rico
(Mt. 19. 16-30; Lc.
18. 18-30)
10:17 Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo,
e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro
bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
10:18 Jesús le dijo: ¿Por qué
me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.
10:19 Los mandamientos sabes: No adulteres.
No mates.
No hurtes.
No digas falso testimonio.
No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.
10:20 El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he
guardado desde mi juventud.
10:21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le
dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que
tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven,
sígueme, tomando tu cruz.
10:22 Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque
tenía muchas posesiones.
10:23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
¡Cuán
difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen
riquezas!
10:24 Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús,
respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán
difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían
en las riquezas!
10:25 Más fácil es pasar un camello
por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
10:26 Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí:
¿Quién, pues, podrá ser salvo?
10:27 Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para
los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son
posibles para Dios.
10:28 Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros
lo hemos dejado todo, y te hemos seguido.
10:29 Respondió Jesús y dijo: De
cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas,
o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y
del evangelio,
10:30 que no reciba cien veces más ahora
en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con
persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.
10:31 Pero muchos primeros serán postreros,
y los postreros, primeros.
Nuevamente Jesús anuncia su muerte
(Mt. 20. 17-19;
Lc. 18. 31-34)
10:32 Iban por el camino subiendo a Jerusalén; y Jesús
iba delante, y ellos se asombraron, y le seguían con miedo. Entonces
volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a decir las cosas
que le habían de acontecer:
10:33 He aquí subimos a Jerusalén,
y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes
y a los escribas, y le condenarán a muerte, y le entregarán
a los gentiles;
10:34 y le escarnecerán, le azotarán,
y escupirán en él, y le matarán; mas al tercer día
resucitará.
Petición de Santiago y de Juan
(Mt. 20. 20-28)
10:35 Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo:
Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos.
10:36 El les dijo: ¿Qué queréis
que os haga?
10:37 Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos
el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.
10:38 Entonces Jesús les dijo: No sabéis
lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo,
o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
10:39 Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A
la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con
que yo soy bautizado, seréis bautizados;
10:40 pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda,
no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado.
10:41 Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse contra Jacobo
y contra Juan.
10:42 Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis
que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean
de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad.
10:43 Pero no será así entre vosotros,
sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro
servidor,
10:44 y el que de vosotros quiera ser el primero,
será siervo de todos.
10:45 Porque el Hijo del Hombre no vino para
ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
El ciego Bartimeo recibe la vista
(Mt. 20. 29-34; Lc.
18. 35-43)
10:46 Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó
él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego,
hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.
10:47 Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar
voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de
mí!
10:48 Y muchos le reprendían para que callase, pero él
clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
10:49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle;
y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate,
te llama.
10:50 El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.
10:51 Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué
quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la
vista.
10:52 Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te
ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía
a Jesús en el camino.
Capítulo 11
La entrada triunfal en Jerusalén
(Mt. 21. 1-11; Lc.
19. 28-40; Jn. 12. 12-19)
11:1 Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y a
Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió dos de
sus discípulos,
11:2 y les dijo: Id a la aldea que está
enfrente de vosotros, y luego que entréis en ella, hallaréis
un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo
y traedlo.
11:3 Y si alguien os dijere: ¿Por qué
hacéis eso? decid que el Señor lo necesita, y que luego lo
devolverá.
11:4 Fueron, y hallaron el pollino atado afuera a la puerta, en el
recodo del camino, y lo desataron.
11:5 Y unos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué
hacéis desatando el pollino?
11:6 Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado;
y los dejaron.
11:7 Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él
sus mantos, y se sentó sobre él.
11:8 También muchos tendían sus mantos por el camino,
y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían por
el camino.
11:9 Y los que iban delante y los que venían detrás daban
voces, diciendo: ¡Hosanna!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
11:10 ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna
en las alturas!
11:11 Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo;
y habiendo mirado alrededor todas las cosas, como ya anochecía,
se fue a Betania con los doce.
Maldición de la higuera estéril
(Mt. 21. 18-19)
11:12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre.
11:13 Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver
si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada
halló sino hojas, pues no era tiempo de higos.
11:14 Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca
jamás coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos.
Purificación del templo
(Mt. 21. 12-17; Lc.
19. 45-48; Jn. 2. 13-22)
11:15 Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en
el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban
en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de
los que vendían palomas;
11:16 y no consentía que nadie atravesase el templo llevando
utensilio alguno.
11:17 Y les enseñaba, diciendo: ¿No
está escrito: Mi casa será llamada casa de oración
para todas las naciones?
Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
11:18 Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban
cómo matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el
pueblo estaba admirado de su doctrina.
11:19 Pero al llegar la noche, Jesús salió de la ciudad.
La higuera maldecida se seca
(Mt. 21. 19-22)
11:20 Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había
secado desde las raíces.
11:21 Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la
higuera que maldijiste se ha secado.
11:22 Respondiendo Jesús, les dijo: Tened
fe en Dios.
11:23 Porque de cierto os digo que cualquiera
que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no
dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que
dice, lo que diga le será hecho.
11:24 Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis
orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
11:25 Y cuando estéis orando, perdonad,
si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre
que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.
11:26 Porque si vosotros no perdonáis,
tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará
vuestras ofensas.
La autoridad de Jesús
(Mt. 21. 23-27; Lc.
20. 1-8)
11:27 Volvieron entonces a Jerusalén; y andando él por
el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, los escribas
y los ancianos,
11:28 y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas,
y quién te dio autoridad para hacer estas cosas?
11:29 Jesús, respondiendo, les dijo: Os
haré yo también una pregunta; respondedme, y os diré
con qué autoridad hago estas cosas.
11:30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo,
o de los hombres? Respondedme.
11:31 Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si
decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
11:32 ¿Y si decimos, de los hombres...? Pero temían al
pueblo, pues todos tenían a Juan como un verdadero profeta.
11:33 Así que, respondiendo, dijeron a Jesús: No sabemos.
Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco
yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.
Capítulo 12
Los labradores malvados
(Mt. 21. 33-46;
Lc. 20. 9-19)
12:1 Entonces comenzó Jesús a decirles por parábolas:
Un
hombre plantó una viña,
la cercó de vallado, cavó un lagar, edificó una torre,
y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos.
12:2 Y a su tiempo envió un siervo a los
labradores, para que recibiese de éstos del fruto de la viña.
12:3 Mas ellos, tomándole, le golpearon,
y le enviaron con las manos vacías.
12:4 Volvió a enviarles otro siervo; pero
apedreándole, le hirieron en la cabeza, y también le enviaron
afrentado.
12:5 Volvió a enviar otro, y a éste
mataron; y a otros muchos, golpeando a unos y matando a otros.
12:6 Por último, teniendo aún un
hijo suyo, amado, lo envió también a ellos, diciendo: Tendrán
respeto a mi hijo.
12:7 Mas aquellos labradores dijeron entre sí:
Este es el heredero; venid, matémosle, y la heredad será
nuestra.
12:8 Y tomándole, le mataron, y le echaron
fuera de la viña.
12:9 ¿Qué, pues, hará el
señor de la viña? Vendrá, y destruirá a los
labradores, y dará su viña a otros.
12:10 ¿Ni aun esta escritura habéis
leído:
La piedra que desecharon los edificadores
Ha venido a ser cabeza del ángulo;
12:11 El Señor ha hecho esto,
Y es cosa maravillosa a nuestros ojos?
12:12 Y procuraban prenderle, porque entendían que decía
contra ellos aquella parábola; pero temían a la multitud,
y dejándole, se fueron.
La cuestión del tributo
(Mt. 22. 15-22; Lc.
20. 20-26)
12:13 Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos, para
que le sorprendiesen en alguna palabra.
12:14 Viniendo ellos, le dijeron: Maestro, sabemos que eres hombre
veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los
hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es
lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos?
12:15 Mas él, percibiendo la hipocresía de ellos, les
dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme
la moneda para que la vea.
12:16 Ellos se la trajeron; y les dijo: ¿De
quién es esta imagen y la inscripción? Ellos le dijeron:
De César.
12:17 Respondiendo Jesús, les dijo: Dad
a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
Y se maravillaron de él.
La pregunta sobre la resurrección
(Mt. 22. 23-33; Lc.
20. 27-40)
12:18 Entonces vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay
resurrección,
y le preguntaron, diciendo:
12:19 Maestro, Moisés nos escribió
que si el hermano de alguno muriere y dejare esposa, pero no dejare hijos,
que su hermano se case con ella, y levante descendencia a su hermano.
12:20 Hubo siete hermanos; el primero tomó esposa, y murió
sin dejar descendencia.
12:21 Y el segundo se casó con ella, y murió, y tampoco
dejó descendencia; y el tercero, de la misma manera.
12:22 Y así los siete, y no dejaron descendencia; y después
de todos murió también la mujer.
12:23 En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de
cuál de ellos será ella mujer, ya que los siete la tuvieron
por mujer?
12:24 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: ¿No
erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder
de Dios?
12:25 Porque cuando resuciten de los muertos,
ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán
como los ángeles que están en los cielos.
12:26 Pero respecto a que los muertos resucitan,
¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo
le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham,
el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?
12:27 Dios no es Dios de muertos, sino Dios de
vivos; así que vosotros mucho erráis.
El gran mandamiento
(Mt. 22. 34-40)
12:28 Acercándose uno de los escribas, que los había oído
disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó:
¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
12:29 Jesús le respondió: El primer
mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el
Señor uno es.
12:30 Y amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con
todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.
12:31 Y el segundo es semejante: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo.
No hay otro mandamiento mayor que éstos.
12:32 Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho,
que uno es Dios, y no hay otro fuera de él;
12:33 y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento,
con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como
a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios.
12:34 Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente,
le dijo: No estás lejos del reino de Dios.
Y ya ninguno osaba preguntarle.
¿De quién es hijo el Cristo?
(Mt. 22. 41-46; Lc.
20. 41-44)
12:35 Enseñando Jesús en el templo, decía: ¿Cómo
dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?
12:36 Porque el mismo David dijo por el Espíritu
Santo:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga tus enemigos por estrado de
tus pies.
12:37 David mismo le llama Señor; ¿cómo,
pues, es su hijo? Y gran multitud del
pueblo le oía de buena gana.
Jesús acusa a los escribas
(Mt. 23. 1-36; Lc.
11. 37-54; 20. 45-47)
12:38 Y les decía en su doctrina: Guardaos
de los escribas, que gustan de andar con largas ropas, y aman las salutaciones
en las plazas,
12:39 y las primeras sillas en las sinagogas,
y los primeros asientos en las cenas;
12:40 que devoran las casas de las viudas, y
por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.
La ofrenda de la viuda
(Lc. 21. 1-4)
12:41 Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba
cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban
mucho.
12:42 Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas,
o sea un cuadrante.
12:43 Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De
cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los
que han echado en el arca;
12:44 porque todos han echado de lo que les sobra;
pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo
su sustento.
Capítulo 13
Jesús predice la destrucción del templo
(Mt. 24. 1-2;
Lc. 21. 5-6)
13:1 Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos:
Maestro, mira qué piedras, y qué edificios.
13:2 Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves
estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no
sea derribada.
Señales antes del fin
(Mt. 24. 3-28; Lc.
21. 7-24; 17. 22-24)
13:3 Y se sentó en el monte de los Olivos, frente al templo.
Y Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte:
13:4 Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y
qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de
cumplirse?
13:5 Jesús, respondiéndoles, comenzó a decir:
Mirad
que nadie os engañe;
13:6 porque vendrán muchos en mi nombre,
diciendo: Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos.
13:7 Mas cuando oigáis de guerras y de
rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que suceda
así; pero aún no es el fin.
13:8 Porque se levantará nación
contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en
muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores
son estos.
13:9 Pero mirad por vosotros mismos; porque os
entregarán a los concilios, y en las sinagogas os azotarán;
y delante de gobernadores y de reyes os llevarán por causa de mí,
para testimonio a ellos.
13:10 Y es necesario que el evangelio sea predicado
antes a todas las naciones.
13:11 Pero cuando os trajeren para entregaros,
no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis,
sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros
los que habláis, sino el Espíritu Santo.
13:12 Y el hermano entregará a la muerte
al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra
los padres, y los matarán.
13:13 Y seréis aborrecidos de todos por
causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será
salvo.
13:14 Pero cuando veáis la abominación
desoladora de
que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que
lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes.
13:15 El que esté en la azotea, no descienda
a la casa, ni entre para tomar algo de su casa;
13:16 y el que esté en el campo, no vuelva
atrás a tomar su capa.
13:17 Mas ¡ay de las que estén encintas,
y de las que críen en aquellos días!
13:18 Orad, pues, que vuestra huida no sea en
invierno;
13:19 porque aquellos días serán
de tribulación
cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios
creó, hasta este tiempo, ni la habrá.
13:20 Y si el Señor no hubiese acortado
aquellos días, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos
que él escogió, acortó aquellos días.
13:21 Entonces si alguno os dijere: Mirad, aquí
está el Cristo; o, mirad, allí está, no le creáis.
13:22 Porque se levantarán falsos Cristos
y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar,
si fuese posible, aun a los escogidos.
13:23 Mas vosotros mirad; os lo he dicho todo
antes.
La venida del Hijo del Hombre
(Mt. 24. 29-35, 42-44;
Lc.
21. 25-36)
13:24 Pero en aquellos días, después
de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no
dará su resplandor,
13:25 y las estrellas caerán del cielo,
y las potencias que están en los cielos serán conmovidas.
13:26 Entonces verán al Hijo del Hombre,
que vendrá en las nubes
con gran poder y gloria.
13:27 Y entonces enviará sus ángeles,
y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo
de la tierra hasta el extremo del cielo.
13:28 De la higuera aprended la parábola:
Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis
que el verano está cerca.
13:29 Así también vosotros, cuando
veáis que suceden estas cosas, conoced que está cerca, a
las puertas.
13:30 De cierto os digo, que no pasará
esta generación hasta que todo esto acontezca.
13:31 El cielo y la tierra pasarán, pero
mis palabras no pasarán.
13:32 Pero de aquel día y de la hora nadie
sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo,
sino el Padre.
13:33 Mirad, velad y orad; porque no sabéis
cuándo será el tiempo.
13:34 Es como el hombre que yéndose lejos,
dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra,
y al portero mandó que velase.
13:35 Velad, pues, porque no sabéis cuándo
vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche,
o al canto del gallo, o a la mañana;
13:36 para que cuando venga de repente, no os
halle durmiendo.
13:37 Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo:
Velad.
Capítulo 14
El complot para prender a Jesús
(Mt. 26. 1-5; Lc.
22. 1-2; Jn. 11. 45-53)
14:1 Dos días después era la pascua,
y la fiesta de los panes sin levadura; y buscaban los principales sacerdotes
y los escribas cómo prenderle por engaño y matarle.
14:2 Y decían: No durante la fiesta para que no se haga alboroto
del pueblo.
Jesús es ungido en Betania
(Mt. 26. 6-13; Jn.
12. 1-8)
14:3 Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso,
y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume
de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo
derramó sobre su cabeza.
14:4 Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron:
¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?
14:5 Porque podía haberse vendido por más de trescientos
denarios,
y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella.
14:6 Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por
qué la molestáis? Buena obra me ha hecho.
14:7 Siempre tendréis a los pobres con
vosotros,
y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí
no siempre me tendréis.
14:8 Esta ha hecho lo que podía; porque
se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.
14:9 De cierto os digo que dondequiera que se
predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará
lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.
Judas ofrece entregar a Jesús
(Mt. 26. 14-16; Lc.
22. 3-6)
14:10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales
sacerdotes para entregárselo.
14:11 Ellos, al oírlo, se alegraron, y prometieron darle dinero.
Y Judas buscaba oportunidad para entregarle.
Institución de la Cena del Señor
(Mt. 26. 17-29;
Lc. 22. 7-23; Jn. 13. 21-30; 1
Co. 11. 23-26)
14:12 El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando
sacrificaban el cordero de la pascua, sus discípulos le dijeron:
¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la pascua?
14:13 Y envió dos de sus discípulos, y les dijo: Id
a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro
de agua; seguidle,
14:14 y donde entrare, decid al señor
de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento
donde he de comer la pascua con mis discípulos?
14:15 Y él os mostrará un gran
aposento alto ya dispuesto; preparad para nosotros allí.
14:16 Fueron sus discípulos y entraron en la ciudad, y hallaron
como les había dicho; y prepararon la pascua.
14:17 Y cuando llegó la noche, vino él con los doce.
14:18 Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo
Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros,
que come conmigo, me va a entregar.
14:19 Entonces ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por
uno: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo?
14:20 El, respondiendo, les dijo: Es uno de los
doce, el que moja conmigo en el plato.
14:21 A la verdad el Hijo del Hombre va, según
está escrito de él,
mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado!
Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido.
14:22 Y mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo,
y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto
es mi cuerpo.
14:23 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron
de ella todos.
14:24 Y les dijo: Esto es mi sangre
del nuevo pacto,
que por muchos es derramada.
14:25 De cierto os digo que no beberé
más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo
en el reino de Dios.
Jesús anuncia la negación de Pedro
(Mt. 26. 30-35; Lc.
22. 31-34; Jn. 13. 36-38)
14:26 Cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.
14:27 Entonces Jesús les dijo: Todos os
escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está:
Heriré al pastor, y las ovejas serán dispersadas.
14:28 Pero después que haya resucitado,
iré delante de vosotros a Galilea.
14:29 Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no.
14:30 Y le dijo Jesús: De cierto te digo
que tú, hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos
veces, me negarás tres veces.
14:31 Mas él con mayor insistencia decía: Si me fuere
necesario morir contigo, no te negaré. También todos decían
lo mismo.
Jesús ora en Getsemaní
(Mt. 26. 36-46; Lc.
22. 39-46)
14:32 Vinieron, pues, a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo
a sus discípulos: Sentaos aquí, entre
tanto que yo oro.
14:33 Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó
a entristecerse y a angustiarse.
14:34 Y les dijo: Mi alma está muy triste,
hasta la muerte; quedaos aquí y velad.
14:35 Yéndose un poco adelante, se postró en tierra,
y oró que si fuese posible, pasase de él aquella hora.
14:36 Y decía: Abba, Padre, todas las
cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que
yo quiero, sino lo que tú.
14:37 Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón,
¿duermes? ¿No has podido velar una hora?
14:38 Velad y orad, para que no entréis
en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto,
pero la carne es débil.
14:39 Otra vez fue y oró, diciendo las mismas palabras.
14:40 Al volver, otra vez los halló durmiendo, porque los ojos
de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían qué
responderle.
14:41 Vino la tercera vez, y les dijo: Dormid
ya, y descansad. Basta, la hora ha venido; he aquí, el Hijo del
Hombre es entregado en manos de los pecadores.
14:42 Levantaos, vamos; he aquí, se acerca
el que me entrega.
Arresto de Jesús
(Mt. 26. 47-56; Lc.
22. 47-53; Jn. 18. 2-11)
14:43 Luego, hablando él aún, vino Judas, que era uno
de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte
de los principales sacerdotes y de los escribas y de los ancianos.
14:44 Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo:
Al que yo besare, ése es; prendedle, y llevadle con seguridad.
14:45 Y cuando vino, se acercó luego a él, y le dijo:
Maestro, Maestro. Y le besó.
14:46 Entonces ellos le echaron mano, y le prendieron.
14:47 Pero uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió
al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja.
14:48 Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Como
contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para
prenderme?
14:49 Cada día estaba con vosotros enseñando
en el templo,
y no me prendisteis; pero es así, para que se cumplan las Escrituras.
14:50 Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.
El joven que huyó
14:51 Pero cierto joven le seguía, cubierto el cuerpo con una
sábana; y le prendieron;
14:52 mas él, dejando la sábana, huyó desnudo.
Jesús ante el concilio
(Mt. 26. 57-68; Lc.
22. 54-55, 63-71; Jn. 18. 12-14, 19-24)
14:53 Trajeron, pues, a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron
todos los principales sacerdotes y los ancianos y los escribas.
14:54 Y Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del
sumo sacerdote; y estaba sentado con los alguaciles, calentándose
al fuego.
14:55 Y los principales sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio
contra Jesús, para entregarle a la muerte; pero no lo hallaban.
14:56 Porque muchos decían falso testimonio contra él,
mas sus testimonios no concordaban.
14:57 Entonces levantándose unos, dieron falso testimonio contra
él, diciendo:
14:58 Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este
templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho
sin mano.
14:59 Pero ni aun así concordaban en el testimonio.
14:60 Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó
a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué
testifican éstos contra ti?
14:61 Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote
le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo,
el Hijo del Bendito?
14:62 Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis
al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en
las nubes del cielo.
14:63 Entonces el sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo: ¿Qué
más necesidad tenemos de testigos?
14:64 Habéis oído la blasfemia; ¿qué os
parece? Y todos ellos le condenaron, declarándole ser digno de muerte.
14:65 Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a
darle de puñetazos, y a decirle: Profetiza. Y los alguaciles le
daban de bofetadas.
Pedro niega a Jesús
(Mt. 26. 69-75; Lc.
22. 55-62; Jn. 18. 15-18, 25-27)
14:66 Estando Pedro abajo, en el patio, vino una de las criadas del
sumo sacerdote;
14:67 y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándole, dijo:
Tú también estabas con Jesús el nazareno.
14:68 Mas él negó, diciendo: No le conozco, ni sé
lo que dices. Y salió a la entrada; y cantó el gallo.
14:69 Y la criada, viéndole otra vez, comenzó a decir
a los que estaban allí: Este es de ellos.
14:70 Pero él negó otra vez. Y poco después, los
que estaban allí dijeron otra vez a Pedro: Verdaderamente tú
eres de ellos; porque eres galileo, y tu manera de hablar es semejante
a la de ellos.
14:71 Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco
a este hombre de quien habláis.
14:72 Y el gallo cantó la segunda vez. Entonces Pedro se acordó
de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo
cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba.
Capítulo 15
Jesús ante Pilato
(Mt. 27. 1-2, 11-14;
Lc.
23. 1-5; Jn. 18. 28-38)
15:1 Muy de mañana, habiendo tenido consejo los principales sacerdotes
con los ancianos, con los escribas y con todo el concilio, llevaron a Jesús
atado, y le entregaron a Pilato.
15:2 Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los
judíos? Respondiendo él, le dijo: Tú
lo dices.
15:3 Y los principales sacerdotes le acusaban mucho.
15:4 Otra vez le preguntó Pilato, diciendo: ¿Nada respondes?
Mira de cuántas cosas te acusan.
15:5 Mas Jesús ni aun con eso respondió; de modo que
Pilato se maravillaba.
Jesús sentenciado a muerte
(Mt. 27. 15-31; Lc.
23. 13-25; Jn. 18. 38--19.16)
15:6 Ahora bien, en el día de la fiesta les soltaba un preso,
cualquiera que pidiesen.
15:7 Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus
compañeros de motín que habían cometido homicidio
en una revuelta.
15:8 Y viniendo la multitud, comenzó a pedir que hiciese como
siempre les había hecho.
15:9 Y Pilato les respondió diciendo: ¿Queréis
que os suelte al Rey de los judíos?
15:10 Porque conocía que por envidia le habían entregado
los principales sacerdotes.
15:11 Mas los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que
les soltase más bien a Barrabás.
15:12 Respondiendo Pilato, les dijo otra vez: ¿Qué, pues,
queréis que haga del que llamáis Rey de los judíos?
15:13 Y ellos volvieron a dar voces: ¡Crucifícale!
15:14 Pilato les decía: ¿Pues qué mal ha hecho?
Pero ellos gritaban aun más: ¡Crucifícale!
15:15 Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a
Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarle,
para que fuese crucificado.
15:16 Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es,
al pretorio, y convocaron a toda la compañía.
15:17 Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona
tejida de espinas,
15:18 comenzaron luego a saludarle: ¡Salve, Rey de los judíos!
15:19 Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían,
y puestos de rodillas le hacían reverencias.
15:20 Después de haberle escarnecido, le desnudaron la púrpura,
y le pusieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarle.
Crucifixión y muerte de Jesús
(Mt. 27. 32-56; Lc.
23. 26-49; Jn. 19. 17-30)
15:21 Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de
Alejandro y de Rufo,
que venía del campo, a que le llevase la cruz.
15:22 Y le llevaron a un lugar llamado Gólgota, que traducido
es: Lugar de la Calavera.
15:23 Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no
lo tomó.
15:24 Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus
vestidos, echando suertes sobre ellos
para ver qué se llevaría cada uno.
15:25 Era la hora tercera cuando le crucificaron.
15:26 Y el título escrito de su causa era: EL REY DE LOS JUDÍOS.
15:27 Crucificaron también con él a dos ladrones, uno
a su derecha, y el otro a su izquierda.
15:28 Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con
los inicuos.
15:29 Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza y
diciendo: ¡Bah! tú que derribas el templo de Dios, y en tres
días lo reedificas,
15:30 sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz.
15:31 De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciendo,
se decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó,
a sí mismo no se puede salvar.
15:32 El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que
veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él
le injuriaban.
15:33 Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra
hasta la hora novena.
15:34 Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo:
Eloi,
Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
15:35 Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo:
Mirad, llama a Elías.
15:36 Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola
en una caña, le dio a beber,
diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle.
15:37 Mas Jesús, dando una gran voz, expiró.
15:38 Entonces el velo
del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
15:39 Y el centurión que estaba frente a él, viendo que
después de clamar había expirado así, dijo: Verdaderamente
este hombre era Hijo de Dios.
15:40 También había algunas mujeres mirando de lejos,
entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre
de Jacobo el menor y de José, y Salomé,
15:41 quienes, cuando él estaba en Galilea, le seguían
y le servían;
y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Jesús es sepultado
(Mt. 27. 57-61; Lc.
23. 50-56; Jn. 19. 38-42)
15:42 Cuando llegó la noche, porque era la preparación,
es decir, la víspera del día de reposo,
15:43 José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también
esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió
el cuerpo de Jesús.
15:44 Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo
venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto.
15:45 E informado por el centurión, dio el cuerpo a José,
15:46 el cual compró una sábana, y quitándolo,
lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro que estaba
cavado en una peña, e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
15:47 Y María Magdalena y María madre de José
miraban dónde lo ponían.
Capítulo 16
La resurrección
(Mt. 28. 1-10; Lc.
24. 1-12; Jn. 20. 1-10)
16:1 Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena,
María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas
para ir a ungirle.
16:2 Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron
al sepulcro, ya salido el sol.
16:3 Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá
la piedra de la entrada del sepulcro?
16:4 Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande.
16:5 Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al
lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron.
16:6 Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis
a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está
aquí; mirad el lugar en donde le pusieron.
16:7 Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él
va delante de vosotros a Galilea;
allí le veréis, como os dijo.
16:8 Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había
tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían
miedo.
Jesús se aparece a María Magdalena
(Jn. 20. 11-18)
16:9 Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el
primer día de la semana, apareció primeramente a María
Magdalena, de quien había echado siete demonios.
16:10 Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con
él, que estaban tristes y llorando.
16:11 Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido
visto por ella, no lo creyeron.
Jesús se aparece a dos de sus discípulos
(Lc. 24.13-35)
16:12 Pero después apareció en otra forma a dos de ellos
que iban de camino, yendo al campo.
16:13 Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos
creyeron.
Jesús comisiona a los apóstoles
(Mt. 28. 16-20; Lc.
24. 36-49; Jn. 20. 19-23)
16:14 Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos
sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón,
porque no habían creído a los que le habían visto
resucitado.
16:15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad
el evangelio a toda criatura.
16:16 El que creyere y fuere bautizado, será
salvo; mas el que no creyere, será condenado.
16:17 Y estas señales seguirán
a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán
nuevas lenguas;
16:18 tomarán en las manos serpientes,
y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre
los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
La ascensión
(Lc. 24. 50-53)
16:19 Y el Señor, después que les habló, fue recibido
arriba en el cielo,
y se sentó a la diestra de Dios.
16:20 Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles
el Señor y confirmando la palabra con las señales que la
seguían. Amén.
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